Presentación
“El Poder Mágico de los Sueños” de Rosa
Anwandter
Por *
Christian Anwandter
Para presentar adecuadamente el
libro “El poder mágico de los sueños”, de Rosa Anwandter, quizás haría falta un
especialista en el área de la psicología o del inconsciente. Esto debido a que
en el libro se presenta una serie de teorías sobre los sueños y su
interpretación desarrolladas por la psicología contemporánea. Esta gran cantidad
de información, en que se definen las funciones del sueño y las maneras posibles
de aprehenderlos, cubre casi un siglo de trabajo, y la variedad de
aproximaciones expuestas es difícil de sintetizar aquí con profundidad. ¿Cómo
presentarles entonces este libro? ¿A partir de qué?
Me aferraré a una constatación que
hace la autora en las primeras páginas: en nuestra sociedad, dice, el sueño
ocupa un lugar marginal. Fuera del círculo de la psicología y de lo esotérico,
¿qué lugar le asignamos a los sueños? Sin duda, los sueños hacen parte de la
vida particular de cada cual, y es libertad propia el compartirlos o no, el
interrogarse sobre ellos o el perpetuar su misterio. Es cierto que nuestra
relación con los sueños depende de nuestra propia voluntad. Muchas veces, oímos
a alguien que nos cuenta su sueño. Pero, en general, se nos cuenta un sueño por
lo incongruente que parece, o bien porque esconde un extraño parentesco con
sucesos de la vida despierta. A pesar de que gozamos de la libertad de compartir
nuestros sueños, es posible señalar que en nuestra cultura no disponemos de las
herramientas para ir más allá de nuestra incomprensión. Relegado al plano de lo
extraño e incomprensible, el sueño puede ser compartido, pero permanece en su
nivel más superficial, es decir, en su nivel simplemente narrativo. El sueño
está restringido al ámbito personal y no hay un cauce para que nuestros sueños
sean acogidos por la sociedad. Contamos lo que soñamos y ya está.
No en todas las sociedades esto ha
sido así. En otras, el sueño ha jugado otro papel, mucho más importante. El
sueño se ha situado, para algunos pueblos, en el centro mismo de su quehacer. En
algunos pueblos, como los Shuar o los mapuche, mucho más cercanos, los sueños de
cada individuo encuentran un cauce en la estructura social, los sueños no son
solamente compartidos por voluntad individual, sino que los sueños tienen un
lugar en la comunidad y el soñante tiene casi el deber de compartir su sueño
para que el resto de la comunidad evalúe su significado y la acción que se debe
tomar a partir de él.
El hecho de que haya pueblos que le
hayan atribuido mayor o menor importancia a los sueños nos hace preguntarnos
sobre las razones por las cuales en nuestra sociedad, durante mucho tiempo,
estos fueron desplazados a un segundo plano. Es cierto que, desde hace
aproximadamente un siglo, la psicología, gracias a Freud y a Jung, cambió de
manera radical su manera de acercarse a los sueños. Pues durante mucho tiempo,
en Occidente, los sueños solo fueron considerados por los artistas, los
religiosos y los esotéricos. Sin embargo, el gran motor de las sociedades
modernas fue sin duda el racionalismo. La ciencia, durante mucho tiempo, se
abocó a la búsqueda de las leyes que gobiernan el universo físico, sin detenerse
a comprender la constitución psíquica del ser humano.
Pero la racionalidad pierde la razón
al enfrentarse al sueño. La lógica aparentemente “absurda” que gobierna el
desarrollo de los sueños es contraria a las leyes que gobiernan el mundo
despierto. La relación existente entre el contenido del sueño y la vida
despierta pocas veces es causal, ya que en el sueño cada elemento es o bien una
imagen de algo ausente o bien un símbolo. En el sueño, un elemento quiere decir
más de lo que muestra. A veces, en el sueño se inventan realidades nuevas. Por
lo mismo, el sueño parece sobrepasar a la razón, que de pronto se enfrenta a
mundos desmesurados y, a sus ojos, monstruosos. El sueño rompe el reino racional
en que se basa la estructura de Occidente, y manifiesta un mundo ante el cual el
hombre queda desprovisto de respuestas.
¿Qué quieren decir los sueños? Si se
trata, como dice Freud, de deseos reprimidos, ¿por qué no nos muestran la
satisfacción descarnada del deseo? Si los sueños son mensajes de nuestro
inconsciente para nuestro bienestar en la vigilia, ¿por qué éstos se presentan
en “otro” lenguaje, que no es con el que nos comunicamos todos los días? ¿Por
qué soñamos muchas veces con imágenes, y no con mensajes verbales que, como las
leyes, nos señalarían claramente lo que debemos hacer con nuestra vida?
Pareciera que nuestro organismo, y nuestro “sabio” inconsciente, hubieran puesto
una barrera, un desajuste, una distancia entre el mundo del sueño y el mundo
despierto. Es cierto que, si esta barrera no existiese, no habría gran
diferencia entre el sueño y la vigilia, y que quizás es a partir de este
desajuste que nace la conciencia. Pero esto es ya pura especulación. En todo
caso, gracias a este desajuste, a esta distancia entre el mundo de los símbolos
y el del lenguaje con el cual damos cuenta de nuestra experiencia despierta, se
produce una situación única. Es posible que los sueños sean más universales que
las lenguas. Jung postuló la existencia de un inconsciente colectivo en el que
se encontrarían arquetipos, que podrían ser definidos como los recuerdos
inmemoriales de la humanidad en torno a ciertas figuras y espacios que siempre
lo han acompañado. Los sueños traspasarían las fronteras, y su lenguaje sería
universal, incluso si sus mensajes tienen estrecha relación con su contexto.
Este lenguaje propio sería
básicamente el de la metáfora y el símbolo. El lenguaje verbal, en cambio, al
menos en la manera en que se utiliza en Occidente, se basa en el sentido propio
de las palabras, y en la articulación racional entre ellas. Es por esto, sin
duda, que en Occidente, tras compartir un sueño, viene el silencio. La metáfora
y el símbolo no hacen parte del código racional que impera en la sociedad, y la
idea de prolongar el sentido más allá de la imagen misma no surge fácilmente.
Por otra parte, el individuo tiene más importancia que la comunidad a la que
pertenece, por lo cual los sueños parecen una vez más carecer de pertinencia en
nuestras vidas.
Para darle significado a los sueños,
significado que también pueda ser compartido con la comunidad, el lenguaje
verbal, tal como lo utilizamos todos los días, debe desprenderse de la lógica
racional e integrar al proceso de comprensión el fenómeno de la metáfora y el
símbolo. La lengua es uno de los elementos centrales de una comunidad. El lugar
marginal que tienen los sueños en nuestra sociedad hoy en día responde también a
la manera en que utilizamos nuestra lengua. No es casual que también la poesía,
cuyo lenguaje integra la metáfora, se encuentre lejos de los intereses de la
sociedad.
Creo no equivocarme al señalar que
este libro se sitúa en el esfuerzo de compartir un lenguaje capaz de darle un
sentido a los sueños en nuestra cultura. El libro, tras describir el sueño desde
el punto de vista fisiológico, nos presenta un balance de las principales
teorías que los científicos han desarrollado para acercarse al significado de
los sueños. Luego, se nos describe cómo, en la Antigüedad, cada cultura se
relacionaba con ellos. Vamos así entendiendo la distancia que nos separa de
estos pueblos, y la situación que nos caracteriza. En la parte quizás más
interesante y novedosa del libro, Rosa Anwandter nos cuenta acerca de la manera
en que los grupos autóctonos de América del Sur entendieron los sueños. Resulta
sorprendente oír que para los mapuches, un pueblo tan cercano y que fue
incorporado a Chile por la fuerza, los sueños cumplen un rol fundamental en la
vida individual pero también colectiva, y que la interpretación de sueños y su
saber es transmitida oralmente de generación en generación. Resulta sorprende en
la medida en que se suele ignorar esta característica del pueblo mapuche. Es
como si nuestra sociedad hiciera oídos sordos a algo a lo que tal vez debiéramos
abrirnos. Los sueños han existido en todas las culturas y a través de todos los
tiempos. Son parte del organismo humano, y cumplen una función determinada. Una
vez despiertos, disponemos del recuerdo de los sueños. Volvemos a nuestras vidas
cotidianas tras haber estado en mundos que nos parecen delirantes. A veces los
sueños nos dan risa, otras veces nos dejan una sensación de angustia durante el
día. Podemos compartir los sueños, o guardárnoslos. En ciertos grupos humanos,
se han creado maneras de integrar el mundo onírico al mundo de la vigilia. En
otros, ambos mundos permanecen separados. De esta forma, se puede decir que el
libro de Rosa Anwandter, “El poder mágico de los sueños” establece un puente
entre dos mundos, el de los sueños y el de la vigilia, con todas las
herramientas existentes. Y estas herramientas – esto es lo más importante, son
puestas a entera disposición del lector.
Para terminar, me gustaría compartir con ustedes el siguiente
testimonio, en castellano, de Francisco Kaquilpán, que dirige una radio mapuche
llamada Xeg Xeg en el sur del país, al ser interrogado sobre el origen de su
proyecto: “En realidad, cuando uno piensa en lo que ha hecho, se da cuenta que
todo tiene que ver con los Sueños. La existencia del Xeg Xeg viene desde uno de
ellos. El año 1988 yo tuve un Sueño, que no pude interpretar, pero se lo conté a
mi madre -ahora ya fallecida-, ella me dio la respuesta. Yo estaba en un cerro
haciendo un guillatún con mis abuelos y con mis padres y miraba, mientras
hacíamos la rogativa, cómo el cerro se llenó de frutillas maduras, hermosas. Y
comencé a ver que cada una de los puntitos rosados de las frutillas era una
persona. Era la señal de que mi actividad iba a reunir a mucha gente, me dijo.
Para mí, como mapuche, en todo lo que hago los Sueños juegan un papel
muy importante, pues sé que nos remontan más allá de la realidad tangible. Yo
nací en una comunidad, y creo haber avanzado en el conocimiento del mundo de los
Sueños y en otros aspectos de nuestra cultura que aprendí con mis padres y con
los padres de mis padres. Los Sueños, nos dicen son “ordenadores de nuestra
vida”.
*Christian
Anwandter
Master
en Lettres, Arts e Pensée Contemporaine