Las pesadillas nos han fascinado durante siglos
porque son aterradoras, primitivas y disímiles de la experiencia
de la vigilia. A menudo nos resultan extrañas, pero también
obviamente nuestras, como si hubiéramos alumbrado un monstruo.
Como son tan intensas y diferentes, comprender las
pesadillas, y cuando y por qué ocurren, puede enseñarnos
mucho de la mente humana. Las pesadillas son como una fisura en
la tierra, un desfiladero que nos permite examinar los estratos
o capas que quedan expuestos.
¿Qué es una pesadilla? ¿Quién las
tiene? ¿Cómo y por qué ocurren? En este libro
intentaré responder a las viejas preguntas usando nueva
información. Al hacerlo ofreceré ideas acerca de
la vulnerabilidad ante la esquizofrenia, la personalidad creativa,
el genio y la locura. A lo largo del camino, examinaré
también los orígenes de nuestras fantasías
acerca de criaturas semihumanas o androides, y nuestra concepción
del infierno. Comentaré la relación entre las pesadillas
y los sueños, y espero que una mejor comprensión
de las pesadillas, aumente la comprensión de nuestros sueños
en general. Y por último propondré una nueva teoría
acerca del desarrollo de las pesadillas en términos de
los límites de la mente: explicaré cómo una
predisposición psicológica a los límites
delgados puede ejercer una influencia general sobre las pesadillas,
la sensibilidad y la enfermedad mental.
No nos agrada pensar mucho sobre las pesadillas por dos buenas
razones, ambas emparentadas: no deseamos que nos asusten, y no
nos gusta sentirnos desvalidos o fuera de control. La pesadilla
es una versión extrema de estos dos estados desagradables.
Sin embargo, creo que las pesadillas revisten gran interés
precisamente por esas razones. Todos nos sentimos desvalidos,
fuera de control y asustados cuando éramos niños.
Para algunos estos sentimientos persistieron en la vida adulta.
Hay una fuerte tendencia a negar estos estados mentales en vez
de enfrentarlos y tratar de comprenderlos. La comprensión
y el examen de las pesadillas nos ayudará en la comprensión
de nosotros mismos. El examen del funcionamiento y la estructura
de la mente en situaciones extremas, como en las pesadillas, nos
ayudará a comprender mejor su funcionamiento normal.
En los últimos años, mis colegas y yo estudiamos
en profundidad a casi cien personas que habían sufrido
pesadillas frecuentes durante toda la vida. Las comparamos con
quienes sufrían pesadillas traumáticas, con otros
que sólo tenían pesadillas en ciertas condiciones,
y con otros que sufrían terrores nocturnos. A partir de
la información suministrada por estos estudios, ahora podemos
responder las preguntas básicas acerca de los determinantes
de las pesadillas; es decir, en qué condiciones y en qué personas se producen.
En el Capítulo 2, reseño el conocimiento adquirido
en el laboratorio de sueños. La observación de pesadillas
en el laboratorio nos permite examinar factores como la etapa
de sueño en que se presentan y la fisiología del
durmiente. El más importante resultado de las investigaciones
de laboratorio -un resultado que tiene implicaciones críticas
para el estudio de las pesadillas- es que ahora advertimos que
en el pasado había dos, quizás tres, fenómenos
muy diferentes que se calificaban todos como pesadillas. Uno de
ellos es el terror nocturno, a veces llamado ataque del íncubo,
o ataque de terror. Tras experimentar un terror nocturno, el durmiente
no recuerda un sueño, no recuerda nada en absoluto, o bien
sólo recuerda que despertó con miedo. Las verdaderas
pesadillas, a veces llamadas ataques de angustia onírica,
son sueños largos, vívidos y aterradores, que despiertan
al durmiente y suelen recordarse con claridad. Los dos difieren
tanto psicológica como biológicamente, y, según
veremos, son experimentados por personas disímiles. Cualquier
intento de comprensión debe saber discernirlos.
En el Capítulo 3, examinó datos sobre pesadillas
tomados de estudios previos: cuándo ocurren, con qué
frecuencia, las condiciones que las vuelven más o menos
severas. También examino diversas teorías que se
han propuesto para explicar el por qué de las pesadillas.
Las teorías, por cierto, han variado según la orientación
del teórico y la naturaleza de su época. Así,
en el curso del tiempo, las pesadillas se han atribuido a los
demonios, a la alteración del flujo sanguíneo en
el cerebro, a potentes deseos sexuales. Algunas de estas teorías
parecen demasiado forzadas: las pesadillas no encajan bien en
ellas, sobre todo porque los autores intentan dar una sola explicación
para las pesadillas y los terrores nocturnos.
En el Capítulo 4, intento responder a la pregunta de quién
tiene pesadillas. Como psiquiatra y psicoanalista, veo a pacientes
que me cuentan pesadillas durante el tratamiento. Pero, en lugar
en basarme en esta experiencia clínica, también
intento examinar las pesadillas en cultivo puro. En
los últimos cinco años, estudié a muchos
adultos que han tenido por lo menos una pesadilla semanal durante
toda la vida, y cincuenta de ellos participaron en dos estudios
de investigación formal. Desde luego, configuran un grupo
extremo, pero tengo la esperanza que el estudio de los extremos,
como a menudo ocurre en la ciencia, arroje una luz más
clara sobre la gama normal. Además de la investigación
formal de las cincuenta víctimas extremas de pesadillas,
también realicé estudios de más de cuarenta
personas en condiciones menos extremas; estos estudios me ayudaron
a reexaminar hipótesis derivadas del grupo extremo. Pude
estudiar en detalle las clases de pesadillas que se producen con
mayor frecuencia; en qué condiciones las pesadillas se
vuelven más frecuentes o más severas; en qué
medida existe una historia familiar de pesadillas y de enfermedades
mentales; el efecto del trauma sobre estas pesadillas, y -quizás
lo más importante- las características de personalidad,
el desarrollo, la patología, los estilos de vida y las
relaciones de las personas que sufren pesadillas.
En el Capítulo 5, examino a otros grupos que tienen o podrían
tener pesadillas. Se sabe que los veteranos de guerra experimentan
pesadillas a menudo, e indago si tales veteranos son similares
a las personas descritas en el Capítulo 4. Examino varios
otros grupos, incluidos el de pacientes esquizofrénicos.
Además, como nuestros estudios revelan que las personas
con pesadillas frecuentes suelen ser muy abiertas a sus procesos
inconscientes -y a menudo son artistas- también intento
determinar si las personas escogidas en virtud de su inclinación
artística, podrían resultar personas con pesadillas.
A partir de los hallazgos de estas investigaciones, exploré
después con cierta profundidad el tan mentado vínculo
entre genio y locura.
En Capítulo 6, utilizo la información recogida en
los estudios previos para formular una teoría general acerca
de quién tiene pesadillas. Examino varias posibilidades,
entre otras, el que las pesadillas permanentes derivan de un trauma
en la primera infancia. Caracterizo a las personas con pesadillas
frecuentes en términos de inusitada apertura, desamparo,
vulnerabilidad, y dificultad con ciertas funciones de yo. El término
que considero más apto para describirlas es límites
delgados [thin boundaries], imprecisos en muchos dominios
incluidos los límites sueño-vigilia, los límites
del yo y los límites interpersonales. Examino veinte modos
en que utilizamos el término límites
y descubro que en todos los sentidos, las personas con pesadillas
frecuentes, tienen límites más imprecisos o más
permeables que la mayoría de la gente. Parece ser que la
posesión de límites delgados, en contraste con la
posición de límites gruesos y rígidos, puede
relacionarse con la sensibilidad artística, con la mayor
percepción de los sentimientos interiores propios y ajenos,
y también puede volvernos más vulnerables a ciertos
tipos de enfermedad mental.
En la Parte II, examino los aspectos clínicos de la pesadilla.
En primer lugar, las pesadillas son sueños y presumiblemente
pueden interpretarse como sueños (Capítulo 7). En
el caso de las pesadillas postraumáticas con contenido
repetitivo relacionado con un trauma, el intento de asociación
libre rara vez es libre. El soñante vuelve
directamente al hecho o experiencia traumáticos mediante
ninguna o muy pocas asociaciones. En otros casos -por ejemplo,
las personas que tienen frecuentes pesadillas donde son perseguidas,
heridas o asesinadas- la asociación libre a menudo conduce
rápidamente a temores infantiles muy primitivos.
En el Capítulo 8, comento el complejo problema de las pesadillas
postraumáticas. Son muy comunes en los niños, y
también en los adultos después de las operaciones,
de los accidentes serios y de diversos acontecimientos violentos
o traumáticos. Aunque en ciertos sentidos se parecen a
las pesadillas comunes, hay suficientes diferencias, de manera
que creo que la pesadilla postraumática crónica,
que forma parte del trastorno postraumático, debe considerarse
como un proceso psicológico y fisiológico diferente
de las pesadillas comunes y los terrores nocturnos.
Las pesadillas, los terrores nocturnos y las pesadillas postraumáticas
pueden ser intensamente dolorosas y perturbadoras para sus víctimas.
En el Capítulo 9, las pesadillas, los terrores nocturnos
y las pesadillas postraumáticas se encaran como problemas
clínicos. Comento la historia natural, la diagnosis y la
prognosis de estas condiciones, y los casos que requieren tratamiento
específico. En general, las pesadillas verdaderas no requieren
tratamiento en sí mismas, aunque pueden indicar la presencia
de otras condiciones que sí lo requieren. Sin embargo,
las pesadillas postraumáticas agudas pueden palearse mediante
un tratamiento, que también puede ser una gran ayuda en
casos de terrores nocturnos muy severos.
En el Capítulo 10, vuelvo a nuestro problema principal,
la comprensión de la naturaleza básica de la pesadilla,
mediante un examen de sus sustratos químicos y biológicos.
Como las pesadillas son sueños emotivos y aterradores especialmente
intensos, es posible que su biología sea una mera exageración
de la biología del soñar, de la cual comenzamos
a tener una comprensión más plena. Pero tal vez
haya una biología adicional, más específica
de la pesadilla: comento una amplia pero dispersa literatura acerca
de la farmacología de las pesadillas; una cantidad de drogas
de acción relativamente específica parece inducir
pesadillas mientras otras parecen bloquear o reducir la incidencia
de pesadillas. Ello indica que la biología subyacente de
la pesadilla es un poco diferente de la biología del soñar.
Y sugiero que la biología de la pesadilla también
puede conducirnos a una comprensión de la biología
que subyace a los límites de la mente.
¿Qué es una pesadilla?
Una definición generalmente aceptada de pesadilla es despertar
aterrado de un sueño (sin que medie causa externa) o algo
interior que despierta a una persona con un sentimiento de miedo.
Podemos aceptarla como definición amplia de todos los fenómenos
pesadillescos, pero veremos que incluye varias condiciones muy
diferentes.
La pesadilla constituye un fenómeno psicológico
y biológico bien definido. Para comentarlo con claridad,
primero debemos distinguirlo de otros fenómenos estrechamente
emparentados con los que a menudo se lo confunde. Específicamente,
es preciso establecer una distinción entre dos fenómenos
biosicológicos muy diferentes: el terror nocturno y la
pesadilla.
Otro modo de destacar la diferencia consiste en tener presente
que una pesadilla es un sueño y, como otros sueños
dura de cinco a treinta minutos; uno despierta, tal vez rápidamente,
y puede recordar un sueño largo, detallado y aterrador;
el despertar en sí no es notorio. Un terror nocturno no
es un sueño, sino un despertar inusual; se lo ha denominado
trastorno del momento del despertar (Broughton 1968).
Algo interno o externo (puede ser incluso un experimentador) despierta
al durmiente y el momento del despertar es inusitado, se caracteriza
por rápidos cambios en el sistema nervioso. Puede incluir
actividad motriz y sonambulismo. Este momento del despertar es
el terror nocturno. Un estudio demostró que un episodio
de terror nocturno podía inducirse, en un niño propenso
a los terrores nocturnos, irguiendo al niño y produciéndole
un despertar parcial (Kales y Jacobson 1968). Ello indica que
el terror nocturno no es un proceso largo y continuo del que el
durmiente despierta, sino más bien algo que este involucrado
en este tipo mismo de despertar.
Un laboratorio de sueños puede confirmar el diagnóstico
de pesadilla o terror nocturno, pero en general no es necesario.
Aun sin utilizar datos de laboratorio, casi siempre descubro clínicamente
si un paciente tiene pesadillas o terrores nocturnos (aunque él
llame pesadilla a ambos) mediante la pregunta: ¿Esas
pesadillas son sueños? La pregunta parece simplista
tanto para quienes sufren pesadillas como para quienes experimentan
terrores nocturnos. Los que tienen pesadillas responden: Desde
luego. No dudan de que sus pesadillas sean sueños
muy aterradores. No pueden concebir una pesadilla que no sea un
sueño, y tras despertar casi siempre recuerdan haber tenido
un largo sueño que pueden contar con lujo de detalles.
El sueño suele ser complicado, con elementos cada vez más
aterradores a medida que se prolonga: y entonces el monstruo
me perseguía y yo no podía escapar; las
personas con quienes conversaba ahora tenían una expresión
maligna en el rostro; al cabo de un rato desenvainaron puñales;
alguien me hizo un tajo en el brazo. Las víctimas
de terrores nocturnos juzgan mi pregunta igualmente absurda. Cuando
se les pregunta si sus pesadillas son sueños, responden:
No, claro que no. A veces recuerdan sueños,
como todo el mundo, pero saben que sus episodios de terror son
muy diferentes de sus sueños.
Destaco estas diferencias para contribuir al esclarecimiento de
los trabajos pasados y presentes sobre las pesadillas. Resulta
obvio que la persona de la clásica descripción de
pesadilla, que se sienta de golpe en la cama, o salta
de la cama con un grito y una expresión vidriosa en el
rostro, sufre un terror nocturno, no una pesadilla. Las pesadillas
y los terrores nocturnos son fenómenos muy diferentes psicológica
y fisiológicamente y, como veremos, se producen en personas
muy distintas.
Sin embargo, la vida nunca es tan simple. Lamentablemente hay
casos en que el tipo de experiencia no está del todo claro,
y aunque uno formule las preguntas correctas. Ello puede obedecer
a la mala memoria, o a la escasa capacidad descriptiva del paciente.
La ausencia de temas sexuales en las pesadillas, de diferencias
pronunciadas entre ambos sexos, y de diferencias en las relaciones
con entrevistadores masculinos y femeninos, sugiere que las pesadillas
pueden originarse en experiencias de la primera infancia y que
involucran temores primitivos, vulnerabilidad y problemas de límites
de un tiempo anterior a la formación de una identidad sexual
definida.
En primer lugar, es evidente que hay más patología
o enfermedad mental en el grupo con pesadillas. La patología
se orienta hacia la esquizofrenia, aunque tal diagnóstico
no era aplicable a la mayoría de los sujetos en el momento
del estudio y, en rigor ninguno encaja en ningún diagnóstico
definido. La patología no se orienta -y esto es un dato
indudable- hacia la neurosis común. El hallazgo más
sorprendente no es la psicopatología formal de algunos,
sino la apertura y la indefensión de casi todas las víctimas
de pesadillas. No han desarrollado las defensas ni protecciones
habituales en la mayoría de las personas. No están
lindadas; son vulnerables en muchos sentidos. Las
excepciones fueron unos pocos varones de más edad, y tengo
la impresión de que estos hombres eran manifestantemente
abiertos o indefensos cuando jóvenes y desarrollaron tardíamente
primitivas defensas paranoides como un intento de compensar su
vulnerabilidad en un mundo peligroso; parecen estar
usando una armadura que les sienta mal. La mayoría, sobre
todo las mujeres, ha seguido viviendo con su estilo abierto e
indefenso. En los que poseen otras fuerzas y talentos, tal actitud
puede ser: la apertura hacia sí mismos y hacia otros quizás
contribuya a hacerlos buenos artistas, docentes y terapeutas.
Pero también tiene sus peligros. Por ejemplo, solían
ser excesivamente confiados en sus relaciones; unos habían
sufrido ataques físicos reales (atracos, golpes, violaciones).
Tengo la impresión de que ello era consecuencia de una
excesiva apertura y confianza; caminar a solas en partes peligrosas
de la ciudad, por ejemplo.
Otra palabra que acude a la mente es sensible. Las víctimas
de pesadillas parecen ser inusitadamente sensibles en diversos
sentidos del término. Unos pocos se describieron así
mismos como perceptivamente sensibles: inusualmente sensible ante
el ruido, la luz, etcétera. Casi todos se consideraban
sensibles también en el sentido de ser fáciles de
lastimar y emocionalmente frágiles: se dejaban afectar
fácilmente por las cosas. Muchos sujetos también
se consideraban muy sensibles a los sentimientos ajenos. Esto
solía expresarse en términos de empatía emocional,
de saber cuándo otros sufrían. Esta sensibilidad
cobraba formas más extremas en unos pocos, como la capacidad
de percibir auras o emanaciones de los demás.
Por último, el modo más preciso como puedo resumir
las características de estas personas consiste en afirmar
que tienen límites delgados o permeables. No clasifican
las cosas entre tabiques rígidos; no separan en esto
y lo otro. Uso límites en muchos sentidos
(ver Capítulo 6). Sus sueños no están limitados
en el sentido habitual: las pesadillas mismas pueden considerarse
una incapacidad para excluir de los sueños material peligroso
y aterrador, como hacemos la mayoría de nosotros. En sus
sueños pueden ser animales o despertar de un sueño
a otro. Estos límites sueño-vigilia puede considerarse
permeables, porque suelen ignorar que están despiertos
durante un buen rato después de despertar. Los límites
del yo pueden considerarse delgados, porque permiten que el material
sexual y agresivo les penetre la conciencia mucho más que
a la mayoría de nosotros. Los límites interpersonales
son delgados: a veces se dejan absorber por relaciones excesivamente
íntimas y fusionantes. Y, en ocasiones, como hemos visto,
se acarrean complicaciones debido a un exceso de apertura y confianza
(y reaccionan mediante la formación temporal de límites
muy primitivamente duros, como la paranoia). Estas observaciones
están respaldadas por altos puntajes en déficit
de límites del Rorschach.
El concepto de límites delgados me permitirá responder
a varias preguntas implícitas en cada trabajo sobre las
pesadillas, incluido el nuestro. Primero, ¿las personas
que sufren pesadillas son las que tienen un exceso de agresividad,
hostilidad o furia? En los anteriores capítulos sobre pesadillas
infantiles, hemos visto que el temor a la represalia por nuestros
impulsos iracundos puede producir pesadillas. En esta línea
se puede sugerir que las pesadillas suponen, en general, la proyección
en otros de los propios impulsos furibundos. Los datos sintetizados
aquí sobre las víctimas adultas de pesadillas no
respaldan, sin embrago, esta conclusión. A partir de los
hallazgos negativos de Rorschach y de la Escala de Contenido Agresivo
del TAT, y una conducta que manifiesta apertura e indefensión
antes que agresión, llego a la conclusión de que
éstas no son personas con un exceso de impulso agresivo
u hostilidad, sino personas con límites tan delgados que
las atraviesan más los miedos y las furias
normales y les resultan más vívidos y aterradores
que a la mayoría de nosotros (ver Capítulo 6).
Segundo, ¿las víctimas de pesadillas son personas
que han experimentado un trauma serio en la primera infancia?
Sabemos que el trauma puede ser seguido por pesadillas y sería
razonable suponer que un trauma muy temprano, cuando el niño
está más indefenso podría ser seguido de
pesadillas más severas o duraderas. Sin embargo, como he
mencionado, no pude obtener un historial de trauma serio en ningún
miembro del grupo afectado por pesadillas frecuentes. En otras
palabras a veces recordaban vívidamente escenas de su segundo,
tercero y cuarto año de vida. ¿Podría haber
habido un trauma serio -un ataque sexual, un ataque físico,
o la observación de una muerte u otra catástrofe
en un periodo extremadamente temprano, como el primero y segundo
años de vida- olvidado y reprimido por estos sujetos? Aunque
es posible, no puedo creer que un trauma serio de esta naturaleza
se hubiera producido en muchos de los sujetos sin que ellos lo
supieran y mencionaran.
Así pues, aunque la etiología traumática
no se puede descartar del todo, la evidencia disponible sugiere
que se trata de personas vulnerables y de límites delgados,
quizás desde el nacimiento. Después, un suceso relativamente
vulgar, como el nacimiento de un hermano menor, podría
haberse sentido de un modo especialmente doloroso y traumático;
quizás la mayoría haya tenido una serie de traumas
de este tipo durante la infancia. Pero no creo que sea preciso
postular acontecimientos traumáticos gruesos e insólitos.
El contenido de las pesadillas guarda coherencia con esta conclusión.
Ese contenido incluía una variedad de persecuciones, escenas
violentas, ataques y demás, pero variaba de pesadilla en
pesadilla. Ninguno de los cincuenta sujetos exhibía en
sus pesadillas nada parecido a la representación repetitiva
de un acontecimiento traumático real, tal como ocurre en
las pesadillas postraumáticas típicas (Capítulo
8).
Refuerza mi conclusión en hecho de que yo, y la mayoría
de los psiquiatras, hemos visto pacientes que han sufrido traumas
obvios y serios cuando niños: pacientes que presenciaron
repetidos ataques y palizas, que fueron víctimas de golpes
y malos tratos, o completamente descuidados por padres alcohólicos
o indiferentes. Uno esperaría, por cierto, que semejante
trauma incrementara la sensación de indefensión
y de mundo pesadillesco. Pero estas personas, aunque han desarrollado
una variedad de problemas, no son adultos que sufran una pesadillas
por semana; y en nuestro grupo de víctimas de pesadillas
no hallamos a nadie con una infancia tan obviamente traumática.
Creo que las víctimas de pesadillas frecuentes -personas
vulnerables, abiertas y sensibles, con límites delgados-
constituyen un grupo especialmente propenso a la enfermedad esquizofrénica.
Los estudios genéticos y los estudios de adopción
dan casi por segura la existencia de una predisposición
o vulnerabilidad biológica, quizás genética,
a la esquizofrenia; pero los factores ambientales parecen igualmente
importantes (Kety y otros 1968, 1975).Es indudable que existen
muchas personas con esta predisposición genética
que no desarrollan la esquizofrenia y hay cierta evidencia de
que puede tratarse de individuos interesantes, insólitos
y artísticos. Sugiero que las víctimas de pesadillas
frecuentes caben en este grupo: son personas biológicamente
vulnerables a la esquizofrenia. Tienen límites delgados,
en los sentidos que hemos comentado, que los exponen a ser fácilmente
lastimados y traumatizados por acontecimientos que habitualmente
no se consideran traumáticos. Yo sugeriría que las
pesadillas frecuentes, cuando continúan después
de los ocho o diez años de edad, podrían considerarse
una señal de peligro: ese niño es vulnerable a la
esquizofrenia y puede necesitar ayuda especial.
También creo que los sujetos con pesadillas, que estudiamos,
poseen una definida y enérgica tendencia hacia el arte
y la creación aunque no posean necesariamente el talento
específico que requiere un gran artista. Aun así,
varias personas de nuestro grupo iban camino de convertirse en
artistas reconocidos. Me parece que un aspecto importante de aquello
que convierte en una persona en artista es la posesión
de una configuración psicológica de límites
delgados, lo cual incluye la capacidad de absorber desde adentro
y afuera, de experimentar la propia vida interior en forma muy
directa, y la habilidad (a veces no deseada) suficiente para experimentar
el mundo de un modo más directo, más doloroso.
Estas impresiones clínicas son coherentes con hallazgos
del laboratorio de sueños respecto del contenido informado
después de despertares a diferentes horas de la noche y
en diferentes puntos de un periodo de sueño (periodo REM).
Los contenido del suelos de los despertares durante el primer
periodo REM de la noche o de principios de un periodo REM (uno
a cinco minutos después de su comienzo) son material directo
en su mayoría, que alude a acontecimientos del día
del sueños o poco anteriores. Los acontecimientos del sueño
de los despertares que se producen más tarde en la noche
y mas avanzado un periodo REM son más oníricos
y contienen elementos anteriores de la vida del soñante,
a menudo de su niñez (Verdone 1965, Foulkes 1966). La pesadilla
típica, como hemos visto, se produce tardíamente
en la noche (04:00 a 07:00 de la mañana) y durante un periodo
de REM prolongado; la experiencia me indica que el despertar suele
producirse de veinte a cuarenta minutos (o más) después
del comienzo del periodo. Así, el final de la pesadilla,
casi siempre la parte aterradora anterior al despertar, llega
exactamente cuando uno esperaría que emerjan los elementos
de la infancia del soñante.
Cuando se consigue analizar con mayor detalle los temores manifiesto
en la pesadilla, el resultado es éste casi siempre: temores
básicos de la infancia; miedo a la disolución total
o a la destrucción; pérdida del pecho de la madre
(pérdida del alimento); pérdida de la madre o pérdida
de una persona amada (abandono); pérdida del amor de la
madre; y temor a la mutilación, a la castración
o a la pérdida de partes corporales. Todos los niños
sufren esos temores, que se les pueden activar o reactivar en
la vida adulta cuando se sientes desamparados o fuera de control
o cuando se sienten culpables de sus propios impulsos hostiles.
A veces se considera a estos acontecimientos básicos y
temidos como un castigo por algo que el niño hizo o desea.
A veces un niño de tres o cuatro años describirá,
por ejemplo, pesadillas después del nacimiento de un hermano.
En la pesadillas el soñante es perseguido, golpeado o matado
por un monstruo, o a veces lo abandonan en una isla desierta.
El contexto suele dejar en claro que se trata de castigo por el
deseo del niño de matar a su hermano menor. Por ejemplo,
Harry (Capítulo 3) tenía pesadillas en que lo herían
y mataban, que parecían derivar de sus sentimientos extremadamente
hostiles hacia su hermano recién nacido.
Pero éstos son sueños de niños. Por los que
sabemos, las pesadillas se vuelven menos frecuentes en casi todos
los niños mayores de cinco o seis años. Sin embargo,
estos temores parecen aún activos en quienes continúan
teniendo pesadillas y parecen reactivarse en quienes tienen pesadillas
ocasionales.
Se podría pensar que los adultos tienen pesadillas sobre
miedos y preocupaciones más adultas y, en efecto, el elenco
de personajes del mundo pesadillesco crece un poco:
a parecen menos monstruos y tigres; hay más matones, pandillas,
y ejércitos. Las pesadillas más aterradoras de los
adultos parecen relacionarse, sin embargo, con los mismos temores
infantiles básicos, incluso cuando parecen expresar los
impulsos hostiles de los adultos y sus reacciones de temor ante
ellos, sigue existiendo un lazo con los miedos infantiles. Por
ejemplo, una paciente que estaba en tratamiento psicoanalítico
conmigo, acababa de tener un hijo y estaba muy contenta con el
niño, soñó que freía al bebé
en un sartén. Las asociaciones la condujeron rápidamente
a la supresión de sentimiento furibundos contra el bebé:
amaba al niño pero a veces le resultaba insoportable, la
despertaba de noche, etc., y a veces, por cierto, deseaba liberarse
del niño, y no le gustaba reconocer esto. Casi todas las
madres sienten ocasionalmente ese tipo de deseos en forma más
o menos consciente; se trata de sentimientos adultos, que pueden
ser perturbadores; pero no creo que basten por sí mismos
para producir una pesadilla. Las asociaciones de esta mujer con
éste y otros sueños se remitieron también
su primera infancia y a su furia contra su madre. La madre había
pasado por largos periodos de depresión y no le había
dado el consuelo, la estructura, y el respaldo que necesitaba;
ella (la hija) padeció difíciles y temibles periodos
de impulsividad, arrebatos temperamentales, incapacidad para controlar
sus sentimientos. El que su madre la dejara friéndose
en un sartén constituía una buena descripción
de su propio estado en la infancia.
En realidad, friéndose en un sartén
es excelente y pesadillesca descripción del desamparo que
puede conducir a pesadillas. Describe el estado del yo del niño,
desamparado entre las grandes fuerzas ambientales que lo rodean,
e igualmente o más desamparado entre poderosos impulsos
y presiones internas; el niño es calentado
por fuerzas que no puede controlar y de las que no puede escapar.
Todos hemos padecido este estado hasta cierto punto, pero los
que tiene estructuras internas relativamente sólidas, un
yo bien desarrollado, alimentado quizás por padres ideales
y solícitos, tal vez no hayan sufrido mucho por ello. Los
que más sufren son los que tiene límites delgados
y experimentan emociones especialmente intensas, y los que no
recibieron suficiente respaldo de los padres o tutores.
Freud insistió siempre en que se debía pedir al
paciente que realizara asociaciones por separado, con cada elemento
del sueño, y no tanto con el sueño como totalidad,
pues cada elemento representa el resultado final de una cadena
asociativa que es preciso remontar hasta sus orígenes,
cadena que suele involucrar restos diurnos y deseos infantiles.
Sin embrago, no todos los analistas están de acuerdo y
clínicamente un sueño se interpreta a menudo como
totalidad. A veces, un sueño puede interpretarse como una
representación simbólica general del estado mental
del soñante, o de los problemas del soñante.
Hemos visto que por lo menos la mitad de la población adulta
tiene pesadillas ocasionales. ¿Deberían entenderse
todas las pesadillas conforme al criterio que hemos expuesto?
Es difícil estar seguros, pues no tenemos la menos posibilidad
de examinar ni analizar a la mayoría. Pero la experiencia
de una pesadilla ocasional quizás sea, simplemente, un
indicio de que aún tenemos miedos infantiles y de que realmente
sentimos desamparo en la primera infancia. Quizás esas
pesadillas ocurran precisamente en momentos en que se nos ha recordado
ese desamparo, o en que tememos caer en un estado de desamparo.
Es frecuente, por ejemplo, que pacientes en tratamiento psicoanalítico
que no suelen tener pesadillas, padezcan alguna, o a algún
sueño aterrador cuando inician el análisis; y su
contenido incluye a veces el de las pesadillas infantiles, lo
cual sugiere que temen volver a ser, en el análisis, niños
desamparados.
Aún no he hablado de la realización de deseos, asunto
básico, según Freud, en el significado de un sueño.
En una oportunidad Freud explico las pesadillas como realización
de deseos del superyó - deseos de castigo-, pero en otras
ocasiones no quedó convencido con esta explicación.
Jones (1931) consideraba que la pesadilla era la expresión
de un potente deseo sexual enfrentado a una potente inhibición.
Theodore Lidz (1946) sugirió que las que estudiaba (pesadillas
traumáticas) podían entenderse como deseos de castigo,
pero también como un ambiguo deseo de muerte:
el deseo de la muerte y el deseo de escapar de la muerte. Fundado
en mis experiencias clínicas e investigativas no estoy
convencido de que la realización de un deseo resulte crucial
en la pesadilla. Se puede hallar deseos entre las asociaciones
que suscita una pesadilla, y en cierto sentido todo temor se puede
interpretar como si contuviera un deseo contrario (por ejemplo,
el temor al abandono o al rechazo puede leerse como el deseo de
ser aceptado). Sin embargo, estos deseos evidentemente no se realizan
en la pesadilla a menos que uno se refiera a deseos de muerte
o de castigo, no podemos considerar que la pesadilla sea, esencialmente,
el retrato de un deseo en tanto realizado.
Como hemos visto, ese sueño intenso y emocional que denominamos
pesadillas se presta a la interpretación como cualquier
otro sueño. Las asociaciones con los elementos de la pesadilla
a menudo conducen a temores de la primera infancia y al desamparo
infantil, y la pesadilla como totalidad a menudo retrata el estado
mental del soñante. Las pesadillas postraumáticas
sin embargo, son la representación casi exacta de una acontecimiento
real, y en general no se las puede interpretar directamente como
sueños.
Resumen del libro La Pesadilla / Psicología
y Biología de los Sueños Aterradores
The Nightmare / The Psychology and Biology of Terrifying
Dreams* de Ernest Hartmann
Granica Ediciones. Buenos Aires, 1988.
Ernest Hartmann, médico psiquiatra, es
una autoridad mundialmente reconocida, por su aporte de nuevas
teorías en el campo de la investigación sobre el
sueño y los sueños.
Ernest Hartmann es profesor de Psiquiatría de la Escuela
de Medicina de la Tufts University, Director del Centro de Trastornos
del Sueño del hospital Newton- Wellesley de Newton. Ambas
instituciones en el área de Boston. Massachussetss, Estados
Unidos.
Ernest Hartmann, ha escrito innumerables artículos, publicados
en medios científicos.Además es autor de las siguientes
obras:
Adolescents in a Mental Hospital
The Biology of Dreaming
Boundaries in the Mind
The Functions of Sleep
The Nightmare* (La Pesadilla)
The Sleep Book
Sleep and Dreaming
The Sleeping Pill
Dreams and Nightmares
The Origin and Meaning of Dreams
Perseus Publishing
Cambridge, Massachussetts. 2001.