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FREUD Y LA INTERPRETACIÓN DE UN SUEÑO

 

En la obra de Sigmund Freud " Historia de una Neurosis Infantil", encontramos uno de los fundamentos más relevantes en la teoría del psicoanálisis. Este estudio fue escrito en 1914 y publicado en 1918, veinte años después que él postulara que los sueños son “" La Vía Real hacia el Inconsciente"” Freud, interpretó el sueño "El Hombre de los Lobos" mediante la técnica psicoanalítica descubierta por él. La interpretación de este sueño le demostró al psiquiatra, el estadio en que se encontraba la neurosis de su paciente.Este paciente de Freud, era un exiliado ruso de 23 años, de posición socio-económica alta. El individuo recurrió al médico, pues entre sus difultades estaba la de sentir miedo a los lobos, además, le incomodaba una suerte de neurosis obsesivo- compulsiva por temas religiosos. Antes de acostarse a dormir iniciaba un ritual que consistía en rezar y besar imágenes de santos por un largo rato. Luego de iniciar el tratamiento, el joven ruso le cuenta el sueño a Freud. Durante los cuatro años de análisis, el médico le pedía a su paciente que al evocar el sueño verbalizara absolutamente todo que se le viniera en mente.El análisis preliminar le permite a Freud deducir que la familia de su paciente sufría de trastornos crónico-depresivos hereditarios y que posiblemente él también fuera portador de una depresión endógena

A continuación presentamos el sueño interpretado por Freud

EL HOMBRE DE LOS LOBOS

"Soñé que era de noche y estaba acostado, las patas de mi cama estaban en dirección hacia la ventana, através de ésta, se veía una hilera de viejos nogales ( cuando tuve este sueño era una noche de invierno. ) De repente, se abrió la ventana, y observé con gran desasosiego, que sobre las ramas del grueso árbol, había encaramados lobos blancos. Eran seis o siete, completamente blancos, más bien parecían zorros o perros ovejeros, pues tenían cola grande como los zorros y levantaban las orejas como los perros cuando huelen algo. Sentí un miedo horrible, ya que sabía que iba a ser devorado por estos lobos, empecé a gritar... y ahí desperté. Mi niñera vino a ver que pasaba. Demoré largo rato en convencerme que éste había sido un sueño.El hecho de haber visto abrirse la ventana y los lobos encima del árbol me hizo creer que había presenciado una escena de la vida real. Después me calmé, sentí como que me hubiese salvado de algún peligro y volví a quedarme dormido. El único movimiento del sueño fue el de abrirse la ventana, pues los lobos permanecieron estáticos en las ramas del árbol, a derecha e izquierda del tronco, y mirándome, fijamente. Daba la impresión que sólo me miraban a mí. Creo que fue éste mi primer sueño de angustia. Debo haber tenido, máximo tres o cuatro, años. Desde aquella noche hasta mis once o doce años tuve siempre miedo de ver algo terrible en sueños"”

El paciente dibujó la siguiente imagen del sueño tal como la había evocado.

Análisis e Interpretación

El individuo asoció siempre este sueño con un recuerdo de su infancia que le inspiraba mucho miedo, era la imagen de un libro de cuentos donde se veía un lobo. Su hermana mayor, se solazaba en mostrarle sorpresiva y reiteradamente, esa imagen, y por ello él lloraba y gritaba, presa de miedo atroz.La imagen representaba un lobo caminando en dos patas, con las orejas levantadas y las garras extendidas hacia delante. Él pensaba que podría ser el lobo de la Caperucita Roja.

¿Por qué eran blancos los lobos?

Este detalle le hace pensar en los grandes rebaños de ovejas que pacían en los potreros aledaños a la hacienda. En algunas ocasiones su padre lo llevaba a ver esos rebaños, situación que el niño agradecía con deleite y orgullo Un tiempo después, de acuerdo a otros informes-, talvez un poco antes del sueño-, surgió una especie de epidemia mortal (epizootia) en el ganado ovejuno. Su padre mandó llamar a un discípulo de Pasteur, quien vacunó a todos los animales; pero los casos fatales siguieron aumentando, no obstante haber sido vacunados.

¿Cómo aparecen los lobos encima del árbol?

El individuo hace la asociación con un cuento que solía contarle su abuelo. Él no tenía un recuerdo claro si este hecho fue antes o posterior al sueño; sin embargo, el contenido del relato explica de forma nítida que el cuento contado por el abuelo fue anterior.Este era el cuento: un sastre se encontraba trabajando en su habitación, cuando de repente la ventana se abrió y entró un lobo. El sastre le golpeó con una huincha de medir... -el paciente se rectifica inmediatamente- mejor dicho, tomó al lobo por la cola y se la arrancó de un tirón, y huyó a un árbol. Al principio los animales se quedaron indecisos; pero el lobo al que el sastre le había arrancado la cola, quiso vengarse, y les propuso a los otros lobos que subieran uno encima de otro hasta que el último se colocara en la rama más alta, diciéndoles, que él mismo podría servir de base y sostener a los demás. Los lobos concordaron; pero el sastre, de repente reconoció a su mutilado visitante, y empezó a gritar; "Tómenle la cola"” y el lobo se asustó tanto al recordar su infeliz aventura, que al empezar a correr, los demás se tiraron del árbol.Este cuento grafica la información del árbol donde aparecen encaramados los lobos. Además, contiene una alusión explicita al complejo de castración. El sastre le arrancó la cola al lobo, dejándolo mutilado. Las colas largas de zorro, que los lobos muestran en el sueño son ciertamente, compensación para dicha mutilación.

¿Por qué seis o siete lobos?

El paciente fue incapaz de responder a esta pregunta, hasta que yo puse en duda que la imagen que le daba miedo pudiera corresponder al cuento de la Caperucita Roja. En este cuento hay sólo dos ilustraciones, una cuando el lobo se encuentra con la Caperucita Roja en el bosque y la otra correspondiente a la escena en la que el lobo está acostado en la cama, fingiendo que es la abuela. Entonces subyacente al recuerdo de aquella imagen, debería ocultarse otro cuento. Con esta orientación el individuo se demoró poco en asociar el cuento del lobo y las siete cabritas. En ese cuento es mencionado los números seis y siete , ya que el lobo devora sólo a seis cabritas pues la séptima está escondida dentro de la caja del reloj. Además en ese cuento, aparece el color blanco ya que el lobo le pide al panadero que le pinte una pata blanca para evitar que las cabritas lo reconozcan por su color gris. Por lo demás, los dos cuentos tienen varios puntos en común. En ambos encontramos que el lobo devora a alguien y que luego a éste se le abre el vientre retirándole de sus entrañas lo devorado. También los dos terminan con la muerte de la bestia malvada. En las siete cabritas vemos un árbol, pues el lobo después de comerse a las cabritas se echa a dormir y a roncar a la sombra de un árbol. Este relato es un primer sueño de angustia de la infancia, cuyo contenido, relacionado con otros sueños inmediatamente sucesivos y con ciertos acontecimientos de aquel período de la vida del individuo, despierta un interés especial. Es importante destacar la relación de este sueño con dos cuentos que presentan similitudes: la Caperucita Roja y El lobo y las siete cabritas. La impresión que estos cuentos causaron al niño se exteriorizó en una verdadera zoofobia que sólo se diferenció de otros casos similares en que el objeto temido no era un animal de acceso fácil a la percepción del individuo (como, por ejemplo, el perro o el caballo), sino tan sólo conocido de oídas y por imágenes del libro de cuentos.Voy a exponer en otra ocasión qué explicación y significado tienen estas zoofobias. Por ahora, sólo anticiparemos que tal explicación está en perfecta armonía con el carácter principal de la neurosis de nuestro individuo, en épocas posteriores de su vida.

El principal motivo de su enfermedad había sido el miedo a su padre, y tanto su vida como su comportamiento durante el tratamiento estaban dominadas por una actitud ambivalente ante cualquier sustitución de su padre. Aquí cabe la pregunta si el cuento del lobo que devora a las cabritas y el de la Caperucita Roja forman, como contenido un secreto, algo distinto del miedo infantil al padre. Además, el padre de nuestro paciente, como tantos otros adultos tenía la costumbre de amenazar en broma a los niños, y seguramente en sus juegos con el niño durante la más temprana infancia pudo haberle dicho más de una vez en forma cariñosa: "Te voy a comer"” En cierta oportunidad otro paciente me contó que sus hijos nunca le habían tenido cariño al abuelo, porque éste los asustaba cuando jugaba con ellos al decirles en broma que les iba a abrir las tripitas para ver que tenían dentro. Declaro que la interpretación del sueño del hombre de los lobos fue tarea de varios años.El paciente relata este sueño en la primera época del tratamiento, luego concordó con mi convicción de que precisamente detrás de él se ocultaba la causa de su neurosis infantil. En el curso del tratamiento volvimos repetidamente sobre él; pero sólo en los últimos meses de la cura conseguimos descifrarlo por completo, ciertamente gracias a la espontánea colaboración del paciente. Él siempre había reiterado que dentro del sueño había dos factores que lo habían impresionado más. Primero, la absoluta inmovilidad de los lobos, segundo, la mirada fija e intensa con que los lobos lo miraban. Además, toda la sensación tan vivida de la realidad en que terminaba el sueño le parecía que podría tener importancia.

En esta última sensación enlazaremos nuestra labor interpretativa. Por nuestra experiencia de la interpretación onírica sabemos que tal sensación de realidad entraña un determinado significado.. Nos revela que en el material latente del sueño hay algo que desea ser recordado como real, o sea, que el sueño se refiere a un hecho real y no por la convicción que el abuelo realmente había contado la historia del sastre y el lobo o de haber escuchado la lectura del cuento Caperucita Roja o El lobo y las siete cabritas. Esto parecía más bien aludir a un hecho cuya realidad era enfatizada y comparada a la irrealidad de los cuentos.El individuo nos dice que en la época de su sueño tenía tres, cuatro o cinco años, y en nuestra opinión, podemos agregar que el sueño le recordó algo que pertenecía a una época más aún temprana.
El descubrimiento del contenido de tal escena debía ser facilitado por aquello que el individuo enfatizaba en el contenido manifiesto, o sea, la mirada fija y la inmovilidad de los lobos. Naturalmente esperamos, que este material reproduzca aunque con cierta deformación, el material desconocido de la escena buscada, deformación que quizá pueda consistir en transformarse en lo contrario.

El primer análisis del sueño nos señaló, que se podían deducir varias conclusiones. Por otra parte, era necesario reunir pruebas para investigar la sexualidad infantil del sujeto. La mención del recuerdo de los rebaños de ovejas, podrían haber satisfecho al individuo cuando visitaba los rebaños con su padre, además, hay indicios de miedo a la muerte, pues las ovejas habían sucumbido debido a aquella epizootia. El elemento más impactante del sueño, o sea, los lobos encaramados sobre las ramas del árbol, conducía directamente al relato del abuelo. El estimulo del sueño y la relación con la castración podría ser lo apasionante. Del primer análisis incompleto del sueño dedujimos, además, que el lobo era un sustituto del padre, de forma que, este primer sueño de angustia habría exteriorizado ese miedo al padre, que desde aquel entonces dominaba la vida del individuo. Aquella conclusión no era aún, de ninguna manera, definitiva.

Sin embargo, como resultado de este análisis provisorio se deduce del material entregado por el paciente, que ya disponemos de los siguientes fragmentos para la reconstrucción:Un hecho real – algo que sucedió en época muy temprana- el acto de mirar fijamente -inmovilidad- problemas sexuales -castración- el padre -algo terrible.Un día el joven paciente continuo espontáneamente la interpretación de su sueño. Pensaba que aquel fragmento en que la ventana se abría sola, no le quedaba bien explicado, por el entorno junto a la ventana que se encontraba el sastre del cuento y por aquella que el lobo entraba.En su opinión debía tener otro sentido: que él mismo abría los ojos repentinamente. Significaba que había despertado y había visto algo: los lobos en el árbol.

No se podía objetar nada contra su interpretación que, además, podía ser la base de nuevas deducciones. Despertó y vio algo. La mirada fija, adjudicada en el sueño a los lobos, debía más bien, ser atribuida a otro elemento integrado al contenido manifiesto, que mostraba a los lobos encaramados en las ramas, porqué en el relato del abuelo estaba abajo y no podían trepar al árbol.¿Y si además de otro detalle recalcado por el individuo estuviera deformado por una inversión? Entonces, en vez de inmovilidad (los lobos se mantenían estáticos mirándolo fijamente, pero inmóviles) se trataría de un movimiento agitado. Ahí, el niño habría despertado de repente presenciando una escena muy movida, que observó con gran atención. En el primer caso la deformación habría consistido en una transposición de sujeto y objeto, actividad y pasividad, ser mirado en vez de mirar, y en el segundo en una transformación, inmovilidad en lugar de movimiento.Otra asociación interesante surgió de repente y nos entregó una nueva aproximación a la interpretación. El árbol era el de Navidad. Ahora el joven recordaba haber tenido ese sueño unos días antes de la Nochebuena.

Estaba excitado y expectante por los regalos que iría a recibir. Por coincidencia, la Nochebuena era también su cumpleaños. Así, pudimos saber con toda seguridad la fecha del sueño. Había sido poco antes de cumplir cuatro años. El niño se había ido a acostar excitado ante la expectativa de la proximidad del día que había de recibir regalos en doble. Ya sabemos que en esas circunstancias los niños en sus sueños, anticipan el cumplimiento de sus deseos. Entonces, para nuestro paciente, era ya la Nochebuena y su sueño le mostraba los presentes que eran para él, colgados en el árbol. Sin embargo, en el sueño los regalos se habían transformado en lobos, y el niño sintió miedo a ser devorado por el lobo.( Posiblemente por su padre) y se refugió en la niñera. Al conocer su evolución sexual, anterior al sueño, es posible no ver la laguna existente en el mismo y constatar como la satisfacción se transforma en angustia. Entre los deseos que le produce el sueño parece ser más fuerte el de la satisfacción sexual,que por entonces ansiaba recibir de su padre. La intensidad de tal deseo consiguió reavivar la huella mnémica, olvidada hacía ya mucho tiempo de una escena en la que él mismo presenciaba como su padre buscaba obtener satisfacción sexual con alguien. El resultado de esta evolución fue el surgimiento de miedo-terror ante el cumplimiento de su deseo, represión del impulso representado por el mismo y consecuentemente huir lejos del padre junto a la niñera, menos peligrosa.

El significado que tuvo el día de Navidad, se había conservado en el supuesto recuerdo de haber sufrido su primer acceso de cólera porque no quedó satisfecho con los regalos recibidos. Este recuerdo estaba formado por algunos elementos exactos e inexactos y no podía ser aceptado como verdadero sin ciertos cambios, ya que de acuerdo, a repetidos testimonios de sus familiares, él ya había sufrido alteraciones de cáracter al inicio del otoño. Sin embargo, la esencia de la relación entre la insatisfacción erótica, la cólera y aquella Nochebuena había sido conservada en el recuerdo.Ahora bien: ¿Qué imagen podría ser tan poderosa, que asociada a la actuación nocturna del deseo sexual, hubiese sido capaz de apartar al sujeto a cumplir sus deseos? De acuerdo con el material entregado, tal imagen había de satisfacer una condición, pues tenía que ser adecuada para fundamentar el convencimiento de la existencia de la castración. El miedo a la castración fue luego el motor de la transformación de los efectos.

Llega aquí el punto en el que he de separarme del curso del análisis y temo sea también aquel en que abandone por completo la confianza del lector.Lo que aquella noche hubo de ser activado, en el caso de las huellas de impresiones inusuales y especialmente favorables para la observación. El repetido retorno al sueño durante el curso del tratamiento, con innumerables variantes y nuevas versiones que fueron siendo sucesivamente explicadas por el análisis, nos permitió ir obteniendo poco a poco respuestas satisfactorias a todas las interrogantes que a dicha escena hubieron de enlazarse. En primer lugar, el niño tenía un año y medio cuando la presenció. Estaba padeciendo de una fiebre" palúdica", con accesos diarios intermitentes a cierta hora determinada. Desde los diez años comenzó a padecer, por temporadas, depresiones que se iniciaban a primera hora de la tarde y alcanzaban su máximo nivel hacia las cinco.

Este síntoma subsistía aún en la época del tratamiento analítico. Tales accesos de depresión sustituían a los de fiebre o postración sufridos en aquella época infantil, y las cinco de la tarde había de ser la hora en que por entonces alcanzaba la fiebre su máximo nivel o aquella en que el niño sorprendió el coito de sus padres, si es que coincidieron ambas. Probablemente, debido a la dolencia, sus padres lo habían recibido en la habitación matrimonial. Entonces, estaba durmiendo en su cuna, en el dormitorio de los padres, probablemente,al subir la fiebre, justamente a las cinco de la tarde, hora marcada después por sus accesos depresivos. Nuestra hipótesis de que había sido un caluroso día de verano cuadra con el hecho de que los padres se había quitado la ropa para dormir siesta y estaban semi desnudos encima de la cama. Cuando el chico despertó fue testigo de un" coitus a tergo" repetido tres veces Ahí pudo ver los genitales de sus padres, entendió perfectamente el proceso y su significado. Por último, interrumpió el intercurso de sus progenitores en una forma de que más adelante hablaremos.

Fundamentalmente, no tiene nada de extraordinario, ni da la impresión de ser producto de una acalorada fantasía, que un matrimonio joven, casado pocos años antes, se acaricie durante las horas de la siesta en una calurosa tarde de verano, sin tomar en cuenta la presencia de un niño de año y medio, durmiendo tranquilamente en su cuna. A mi juicio, se trata de algo trivial y cotidiano, sin que tampoco la postura elegida para el coito tenga nada de extraño más aún que de este material probatorio no puede deducirse que el mismo fuese realizado todas las veces en la postura señalada. Una sola vez hubiera bastado para procurar al espectador ocasión de observar y otra postura de los padres hubiese sido difícil. El contenido mismo de esta escena no puede constituir, pues, un argumento en contra de su veracidad, la cual se fundará más bien en otras tres circunstancias diferentes: Primera, que un niño a la temprana edad de año y medio pueda recibir las percepciones de un proceso tan complicado y conservarlas tan fielmente en su inconsciente; segunda, que luego, a los cuatro años de edad, sea posible una elaboración a posteriori de las impresiones recibidas, destinada a facilitar su comprensión, y tercera, que exista un procedimiento susceptible de hacer conscientes de un modo coherente y convincente los detalles de esta escena, vivida y comprendida en semejantes circunstancias.

Examinaremos minuciosamente estas y otras objeciones, asegurando al lector que, por nuestra parte, adoptamos una actitud, no menos crítica que él ante la hipótesis de que el niño pudiera realizar tal observación, pero rogándole que se decida con nosotros a aceptar provisoriamente la realidad de la escena. Queremos primero continuar el estudio de las relaciones de esta escena primaria con el sueño, los síntomas y la historia del paciente. Aquella impresión es la correspondiente a las posturas que el niño vio adoptar a sus padres: el padre en pie y la madre agachada, en posición animal. Ya vimos con anterioridad que en el período que el chico tenía miedo, su hermana mayor solía asustarlo mostrándole la imagen del libro de cuentos, en la que aparecía el lobo caminando en dos patas, con las garras extendidas y las orejas levantadas. Durante el tratamiento el joven paciente se dio el trabajo de buscar en las librerías de viejo, hasta encontrar aquel libro de cuentos, y reconoció la imagen que tanto le asustaba en una ilustración del cuento del lobo y las siete cabritas. Pensaba que la postura del lobo en aquella estampa podría haberle hecho recordar la de su padre en la escena mencionada. Dicha imagen fue el punto de partida de otros hallazgos. Cuando el chico tenía unos siete u ocho años le avisaron que iría un nuevo profesor a darle clases. La noche antes soñó con aquel profesor como una figura de león y éste en la misma postura que el lobo de la famosa imagen.

En el sueño este león se acercaba rugiendo a su cama y ahí despertó otra vez, presa de angustia. Por ese entonces el individuo ya había controlado su fobia al lobo y estaba en condiciones de elegir un nuevo animal como objeto de angustia, y en aquel sueño posterior, elevó al anunciado profesor a la categoría de sustituto del padre.En los últimos años de su infancia, cada uno y la totalidad de sus profesores desempeñaron este mismo rol de sustitutos del padre, siendo investidos de la influencia paterna, tanto para bien como para mal.El destino deparó al sujeto una ocasión singular de reavivar su fobia al lobo, en su época de estudiante de enseñanza media y transformar en punto de partida de graves inhibiciones la relación que dicha fobia ejercía en su interioridad. Por coincidencia , el apellido del profesor de latín era Lobo. Desde el inicio el individuo se sintió intimidado por este profesor y luego consiguió una reprensión grave por haber cometido una falta en una traducción del latín. Una falta muy estúpida, sin embargó, no consiguió liberarse de un miedo intenso a este profesor, miedo que luego se hizo extensivo a los demás profesores. El motivo de la reprensión citada se relacionaba con sus complejos.

Se trataba de traducir la palabra latina” filius”, (hijo) y el sujeto lo hizo con la palabra francesa” fils”, en lugar de emplear el término correspondiente en su lengua materna. Eso porqué el lobo aún era su padre.Uno de los primeros “síntomas pasajeros “ que el paciente hizo durante el tratamiento aún estaba asociado a la fobia que tenía al lobo y al cuento de El lobo y las siete cabritas.En la sala en que se realizaron las primeras sesiones había un gran reloj de caja frente al paciente. Él se recostaba en el diván, casi a mis espaldas y me extrañó comprobar que el individuo volvía de vez en cuando su rostro hacia mí con una expresión amable, como tratando de halagarme, y luego miraba al reloj. Supuse que deseaba terminar la sesión pronto, sin embargo, mucho tiempo después él mismo mencionó que había sido una manipulación, y trató de darme una explicación. Recordó que la menor de las siete cabritas se escondía en la caja del reloj, mientras que sus hermanas eran devoradas por el lobo.

Por ese entonces, quería decirme: “Sé bueno conmigo. ¿Debo tenerte miedo? ¿Me comerás? ¿Tendré que huir y esconderme de ti, como la menor de las cabritas que se escondió en la caja del reloj?” El lobo que le daba miedo era, si duda, el padre, pero su miedo al lobo se hallaba asociado al hecho de que estuviera en posición erguida. Su memoria le recordaba con toda precisión que otras imágenes que representaban al lobo andando en cuatro patas o dentro de la cama, como la ilustración de la Caperucita Roja, jamás lo habían asustado. Fue de gran importancia este detalle de la postura que, de acuerdo a la reconstrucción de la escena primaria, había visto adoptar a la mujer, pero esa importancia permaneció limitada al ámbito sexual.El fenómeno más singular de su vida erótica posterior a la pubertad consistía en accesos de enamoramiento sexual obsesivo, que aparecían y desaparecían en sucesión enigmática, desencadenando en él una energía enorme, incluso en períodos de inhibición, y que él era incapaz de controlar. Una interesantísima relación me obliga a aplazar el estudio completo de estos enamoramientos obsesivos, pero puedo ya anticipar que se hallaban enlazados a una determinada condición, oculta a su conciencia, y que sólo durante la cura apareció en ella.Para él, la mujer tenía que estar en la postura de la escena primordial, adoptada por la madre. Desde su pubertad encontraba las nalgas redondas y exhuberantes lo más atractivo en una mujer.

Casi no sentía placer en el coito en una postura distinta al coitus a tergo.Cabe aquí la observación, de que semejante preferencia sexual,es en general propio de las personas inclinadas a la neurosis obsesiva, entonces no se justificaba que esta fuera derivación de alguna impresión particular de su infancia. Pertenece al cuadro de la disposición erótico-anal, contándose entre aquellos rasgos arcaicos que caracterizan aquella constitución. En el coito more ferarum podemos ver, en efecto, la manera más antigua de copular desde el punto de vista filogénico. Más adelante regresaremos a este punto, cuando hayamos expuesto el material referente a su condición erótica inconsciente.Continuemos, pues, el examen de las relaciones entre el sueño y la escena primaria. Según nuestras esperanzas, el sueño debía mostrar al niño, excitado por el próximo cumplimiento de sus deseos en la Nochebuena, la imagen de la satisfacción sexual procurada por el padre, tal y como él la había visto en aquella escena primordial y como modelo de la propia satisfacción que él deseaba recibir. Pero en lugar de esa imagen aparece el material del cuento que su abuelo le había contado poco antes: el árbol, los lobos sin cola representada en forma de supercompensación por las colas frondosas de los supuestos lobos. Nos falta aquí un nexo, un puente que nos conduzca desde el contenido de la historia primordial al del cuento del lobo, y ese vinculo nos muestra de nuevo solamente el detalle de la postura. En el cuento del abuelo, el lobo rabón invita a los demás a subirse encima de él. Este detalle despertó el recuerdo de la imagen de la escena primaria, y por este camino pudo ya quedar representado el material de la escena primordial por el del cuento del lobo, siendo sustituida al mismo tiemp, en la forma deseada, la cifra dual de los padres por la pluralidad de los lobos.Por último, la adaptación del material del cuento del sastre y el lobo al contenido del cuento de las siete cabritas, del que tomó el número siete, impuso una nueva modificación al contenido onírico.

La transformación del material -escena original, cuento del lobo, cuento de las siete cabritas -refleja el progreso durante la elaboración del sueño: deseos de alcanzar placer sexual con ayuda del padre -reconocimiento de la castración, y vinculada con ello miedo al padre.Tal vez encontremos más tarde un nuevo punto de apoyo para demostrar que ya en la época de su percepción, o sea, a partir del año y medio ya le había provocado ciertos efectos.Cuando el paciente profundizaba en la situación de la escena original extraía a la luz las siguientes autopercepciones:Había supuesto al principio que el proceso observado era un acto violento, pero tal hipótesis no concordaba con la expresión placentera que había advertido en el rostro de su madre, debiendo reconocer que se trataba de una satisfacción.Después de lo ya anteriormente expuesto puedo ya concretar sobre el efecto patógeno de la escena primaria y la alteración que su despertar provocó en la evolución sexual del individuo.En la escena primordial no se insinuaba ninguna alusión sexual, sino toda una serie de ellas, como en una fragmentación de la libido. Tomaremos en cuenta que la “activación” de esta escena (evito intencionadamente emplear la palabra “recuerdo”) provocaba los mismos efectos que si fuera un hecho reciente. La escena actúa a posteriori, sin haber perdido nada de su nitidez, entre el año y medio y los cuatro años. De esta manera ha quedado demostrado el efecto que le provocaba al joven exiliado ruso, recordar este sueño.

A mi juicio, queda así exhaustivamente aclarado el sueño de angustia, soñado por nuestro individuo a los cuatro años.

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